Hoy en día, la mayoría de los trastornos de depresión y ansiedad se tratan con uno o varios antidepresivos genéricos, como la benzodiacepina. También existen los ISRS y los IRSN (inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina e inhibidor selectivo de la recaptación de norepinefrina, respectivamente). Entre los tratamientos tradicionales y más intensivos se encuentran también diferentes terapias cognitivas y de comportamiento mental.
Sin embargo, los pacientes que no responden a los tratamientos y terapias tradicionales suelen someterse a diversos ensayos clínicos de otros medicamentos y tratamientos. A pesar de estos esfuerzos, hasta el 40% de los pacientes nunca experimentan la revocación de estos trastornos mentales.
Con la acumulación de investigaciones clínicas y pruebas basadas en ensayos, los profesionales médicos creen que la ketamina puede tener éxito donde otros tratamientos fracasan. Aún no se comprende del todo cómo funciona la ketamina, pero se cree en gran medida que tiene un efecto sobre la producción de glutamato.
El glutamato es un neurotransmisor responsable de mitigar la respuesta del cerebro al estrés y el desarrollo de la memoria traumática. La composición de la ketamina la convierte en un antagonista de los receptores NMDA. Esto significa que la ketamina se dirige a los receptores NMDA del cerebro, permitiendo un aumento del glutamato.
La ketamina también interactúa con los receptores AMPA del cerebro. Los receptores AMPA permiten la liberación de ciertas moléculas que favorecen la comunicación neuronal. Esta acción crea un nuevo camino para que se desarrollen su estado de ánimo, sus patrones de pensamiento y otras funciones cognitivas.
En esencia, la ketamina mitiga las vías de respuesta del cerebro de forma que se consigue un patrón de pensamiento más positivo y saludable.