Cada vez hay más pruebas de que los compuestos psicodélicos del LSD, la psilocibina y la MDMA tienen un gran potencial terapéutico para diversas enfermedades mentales. Esto incluiría el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), el trastorno depresivo mayor (TDM), el trastorno de estrés postraumático (TEPT), etc.
Por ejemplo, la psilocibina, el compuesto psicoactivo de las “setas mágicas”, se encuentra actualmente en ensayos clínicos de fase II para tratar el TDM. Este compuesto es un conocido agonista de los receptores serotoninérgicos 5-HT2A del cerebro, que están directamente relacionados con la creatividad, la flexibilidad cognitiva y el aumento de la imaginación. Hasta ahora, el compuesto ha dado resultados positivos en estudios con pacientes con trastorno depresivo múltiple, reduciendo rápidamente sus síntomas al principio y manteniendo esos resultados durante un periodo de cuatro semanas.
Cuando se trata de tratar trastornos de ansiedad, como el TEPT, se ha descubierto que la “droga de las fiestas”, la MDMA, tiene una capacidad única para fomentar la aceptación y la empatía en uno mismo y en los demás. Además de elevar los niveles cerebrales de oxitocina, la MDMA también estimula la liberación de los neurotransmisores serotonina, norepinefrina y dopamina. El resultado es un mejor estado de ánimo y mayores niveles de sociabilidad.
En estudios clínicos, las imágenes cerebrales posteriores a la administración de MDMA muestran una menor activación de la amígdala, lo que a su vez reduce la “respuesta de miedo”. Esto ha permitido a los pacientes implicarse emocionalmente en la terapia sin sentirse abrumados por emociones intensas o ansiedad.
Cabe señalar que ambas formas de tratamientos psicodélicos deben ir acompañadas de formas tradicionales de terapia, así como de medicación psiquiátrica en caso necesario.