La terapia electroconvulsiva (TEC) es un procedimiento antiguo que utiliza pequeñas corrientes eléctricas para “desencadenar una breve convulsión”.
Estas corrientes eléctricas son capaces de cambiar la química del cerebro, lo que a su vez invierte los diversos síntomas de ciertos trastornos mentales.
Lo sabemos, suena mal, y si has visto o leído “One Flew Over the Cuckoo’s Nest”, no ayuda mucho. Sin embargo, la mala reputación de la TEC se debe principalmente a sus primeros tratamientos, en los que se administraban dosis innecesariamente altas de electricidad sin anestesia.
Esto es lo que causó la pérdida de memoria, la fractura de huesos y los otros terribles efectos secundarios que contribuyen al estigma asociado a la TEC en la actualidad.
Sin embargo, hoy en día -y desde hace algún tiempo- la electrocirugía se administra bajo anestesia general y en dosis eléctricas mucho menores. En otras palabras, es mucho más seguro y eficaz, sobre todo cuando otros tratamientos han resultado infructuosos.
Además, en comparación con otros tipos de tratamiento para enfermedades mentales, se sabe que la TEC tiene los menores riesgos.