Las armas son más letales que otros métodos de suicidio y autolesión. Son rápidos y el daño causado suele ser irreversible. Se trata de un problema increíblemente importante para las personas que padecen una enfermedad mental, ya que la impulsividad es una característica prevalente de las personas con trastornos mentales y de conducta diagnosticados, como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), los trastornos de personalidad, los trastornos psicóticos, los trastornos bipolares, los trastornos por consumo de sustancias, los trastornos alimentarios e incluso la demencia.
Lo que esto significa es que poseer un arma de fuego está directamente asociado con un riesgo dramáticamente elevado de suicidio. Según una investigación reciente realizada por Stanford, los hombres que poseían armas cortas tenían ocho veces más probabilidades y las mujeres 35 veces más probabilidades de autolesionarse que los hombres y mujeres que no poseían armas cortas. Según los autores de este estudio, “los intentos de suicidio suelen ser actos impulsivos, motivados por crisis vitales pasajeras”.
Otro estudio menciona que de las 48,344 personas que murieron por suicidio en EU en 2018, el 51% de ellas utilizó un arma de fuego. El estudio también mencionaba que entre el 45% y el 90% de quienes se suicidan padecen trastornos de salud mental o por consumo de sustancias, o trastornos concurrentes.
La verdadera cuestión es si el acceso a las armas y el riesgo de suicidio se correlacionan indefinidamente. Por ejemplo, ¿las personas que compran armas de fuego ya tienen planes para hacerse daño o la mera presencia de un arma de fuego crea nuevos riesgos? La única respuesta real aquí es sí, a ambas. Los resultados del estudio de Stanford, realizado a lo largo de 12 años, llegaron a la conclusión de que el acceso a las armas supone un riesgo sustancial, ya que se atribuyó a la compra de nuevas armas de fuego más de la mitad de todos los suicidios por arma de fuego ocurridos en uno o dos años.
El problema es que resulta difícil determinar si los compradores de estas nuevas armas de fuego ya padecían una enfermedad mental diagnosticable, ya que las leyes de información sobre salud mental varían de un estado a otro.